Le dije que me gustaba, y quedé insatisfecha.
La verdad era que a veces no me gustaba nada, pero no podía vivir sin ella.
Le dije que la quería, pero también quiero a mi perro.
Después le dije que la amaba, pero mi incomodidad fue mayor aún [...]
decidí prescindir del lenguaje, entonces me acusó de no querer comunicarme.
Desde hace unos años, sólo existe el silencio.
Encuentro, en él, una rara ecuanimidad:
la de los placeres solitarios.
Autor: Cristina Peri Rossi