Observé el salpicadero de Misery. Estar con ella me reconfortaba un poco, pero no
tanto como mi sofá. Y en ese momento me di cuenta. Me di cuenta de una atrocidad que
había pasado por alto durante años. Nunca le había puesto nombre a mi sofá. ¿Cómo había
sido capaz de hacerle eso? ¿Cómo había sido tan insensible? ¿Tan fría y egoísta?
¿Y qué nombre le pondría? Era un asunto importante. Muy importante. El mueble
no podía ir por la vida con un nombre que no encajara con su personalidad.
Abrumada por la extraña sensación de alivio que me proporcionaba tener un nuevo
objetivo en la vida, volví a poner a Misery en marcha. Ya me preocuparía más tarde por lo
de ser una gallina clueca. Ahora debía encontrar un nombre para mi sofá.
Autor: Darynda Jones