—Tatiana... Tatiana... Ta... tiana...
—Calla, por favor.
—No lo olvides. Dondequiera que estés, si puedes mirar al cielo y ver la constelación de Verseo, si ves su sonrisa y oyes cómo el viento estelar susurra tu nombre, sabrás que te estoy llamando para que vuelvas a Lazarevo.
—No tendrás que llamarme, soldado —dice Tatiana, apoyando la cara en el brazo deAlexander—. Nunca me iré de aquí.
Autor: Paullina Simons