Mi padre solía hacer algo similar —dice ella—. Esa atractiva, encantadora seducción. Pasé los primeros pocos años de mi vida viendo a mi madre anhelarlo, fuertemente. Amándolo y deseándolo mucho después del tiempo cuando él había perdido el poco interés en ella que había podido contener. Hasta un día cuando yo tenía cinco años y ella se quitó la vida. Cuando fui lo suficientemente mayor para entenderlo, me prometí a mi misma que no sufriría por nadie. Tomará mucho más que esa encantadora sonrisa tuya para seducirme.
Author: Erin Morgenstern