El deseo mimético convierte al esclavo en un guardián del templo en el que comulgan sus amos, porque el esclavo, aunque en vano, espera participar algún día en el festín, incluso cuando sólo le toquen los restos. Precisamente por eso la religión del capital, en su modo virtual, dispone de tantos adeptos: los que disfrutan de ella, naturalmente, pero también los que creen poder hacerlo algún día y, por esa razón, desean el mantenimiento de las reglas del juego con la única esperanza de poder jugar también ellos en el futuro.
Michel OnfrayTags: capitalismo esclavitud sumisión
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