Él mordió sus labios y durante segundos, boca contra boca, aspiró esa tibieza que le traspasaba como si estrechara el mundo entre sus brazos. Mientras tanto ella se agarraba a él, como ahogada, surgía por impulsos de este gran agujero profundo en el que estaba arrojada, rechazaba entonces sus labios que atraía después, volviendo a caer entonces en las aguas negras y heladas que la quemaban como un pueblo de dioses.
Auteur: Albert Camus