−Debe prometerme, entrenador, que no la lastimará.
−Lo prometo.
−Lo ha dicho demasiado rápido para mi gusto. La verdad es que no le creo.
−Soy un hombre de palabra, y le prometo que no la lastimaré. −Flexionó las manos−. Cuando la asesine, lo haré tan rápido que no sentirá nada.
Autore: Susan Elizabeth Phillips