—Dímelo otra vez —pidió, insaciable.
—¿Qué? —lo provocó.
—Ya sabes qué. Dímelo.
—Te amo.
—Otra vez. Tengo que oírlo una vez más.
—Te amo.
—¿No te cansarás nunca de que te pida que me lo digas?
—No tendrás que pedírmelo.
—Ni tú a mí. Te amo.
Autore: LaVyrle Spencer