Fue la época más cálida y febril de un verano cálido y febril. Los excrementos de tres millones de londinenses apestaban en las alcantarillas abiertas, incluida la mayor de nuestras alcantarillas (a pesar de que aquel año los ingenieros habían intentado inaugurar un elaborado sistema de alcantarillas subterráneas): el Támesis. Decenas de miles de londinenses dormían en sus porches o balcones, esperando la lluvia. Pero cuando cayó la lluvia fue como una ducha caliente, que se limitó a añadir una capa de humedad al calor. Julio se abatía sobre Londres aquel verano como una manta pesada y húmeda.
Autore: Dan Simmons