Hacía pocos años que yo había perdido a Dios. Se me había roto el espejo. Dios tenía los mismos rasgos que yo le ponía y decía las palabras que yo esperaba. Mientras fui niño me puso a salvo de la duda y de la muerte. Había perdido a Dios y no me reconocía en los demás.
Autore: Eduardo Galeano