Las mujeres tratan de compensar sus desventajas ocultándose, en lugar de abrirse paso hasta ocupar el promer plano, como sí hacen a menudo sus homólogos masculinos. Y si a veces se sienten tratadas injustamente, se encogen de hombros y buscan el fallo en ellas mismas en lugar de enfrentarse a la situación.
Meredith Haaftodavía no estás listo" y "todavía no me siento listo" son afirmaciones que conducen a que las personas no sean consideradas responsables. A que asuman responsabilidades raramente, pero también a que éstas se les presenten o se les asignen pocas veces.
Es posible que la cultura del no (querer) convertirse en adulto haya surgido a raíz del inmenso bienestar económico que tuvo lugar en el siglo pasado y del que todas las clases sociales pudieron beneficiarse durante un par de décadas.
lo que sí diferencia a mi generación de sus predecesoras es su amplio desinterés por la política, la apatía en su relación con la democracia, su aversión a las obligaciones que excedan su ámbito profesional, su notable falta de solidaridad y –no menos importante– su incapacidad para ejercer la crítica. […]
–los temores difusos y las dificultades para decidir convertirnos en adultos– son realmente para echarse a llorar: ¿cómo podemos esperar que la situación mejore si, al parecer, la época más feliz de nuestra vida fue la infancia? ¿De qué sirven todas las oportunidades, las estancias y estudios en el extranjero, la pertenencia a ciertos clubes y la protección que ofrece el hogar paterno si ya no podemos prometer todo esto a nuestros propios hijos? ¿Cómo y por qué exactamente deberíamos liberarnos de la máquina incesante de parlotear si ésta domina ya todos los aspectos de nuestra vida cotidiana? ¿De qué nos sirve la movilidad si nos arranca de nuestras raíces, de qué la felxibilidad si se ha convertido en un mero fin en sí misma?
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