¿Cuántas veces podía hacerte tanto daño una persona? [...] ¿Cuántos hombres vuelven de la guerra convertidos en mejores personas?
Ninguno, por lo visto.
¿Y cuántas mujeres aprenden de sus errores?
Esta no.

Brent Weeks

Stichwörter: guerra daño errores



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Visto despuès, podría parecer un modo extraño de empezar una guerra. Solo uno de los implicados sabía de lo que de verdad sucedía, y por casualidad

Tom Clancy

Stichwörter: español guerra implicados



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Siempre he creído que una persona es inteligente. Son las multitudes las que son estúpidas. Y pocas cosas confirman esto mejor que la guerra, la religion organizada, la burocracia y la preparatoria, donde la mayoria reina sin piedad. Cuando recordé mis primeros dias ahí, todo lo que ví fue una inseguridade y una duda tan agobiantes que un simple grano era capaz de sacar mi vida de balance. Sólo hasta mis últimos dias tuve confianza y respeto por mi mísmo, incluso un poco de individualid.

Marilyn Manson

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La cultura europea ha sido muy fértil en la invención de infiernos.

Cyril Connolly

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Quando un uomo mangia tre pasti al giorno, diventa pericoloso. Per se stesso e per gli altri. Mangiare troppo rende nervosi. Pasti continui e digestioni faticose creano le guerre. Difficilmente i morti di fame combattono tra loro.

Mauro Corona

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Quando si sposta il cavallo alla terza mossa significa che si hanno intenzioni bellicose.

Jean-Michel Guenassia

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Dudé mucho antes de convencerme a mí misma de que debía seguir con aquel cometido. Reflexioné, sopesé opciones y valoré alternativas. Sabía que la decisión estaba en mi mano: sólo yo tenía la capacidad de elegir entre seguir adelante con aquella vida turbia o dejarlo todo de lado y volver a la normalidad (…)

Dejarlo todo y volver a la normalidad: sí, aquélla sin duda era la mejor opción. El problema era que ya no sabía dónde encontrarla. ¿Estaba la normalidad en la calle de la Redondilla de mi juventud, entre las muchachas con las que crecí y que aún se peleaban por salir a flote tras perder la guerra? ¿Se la llevó Ignacio Montes el día en que se fue de mi plaza con una máquina de escribir a rastras y el corazón partido en dos, o quizás me la robó Ramiro Arribas cuando me dejó sola, embarazada y en la ruina entre las paredes del Continental? ¿Se encontraría la normalidad en Tetuán de los primeros meses, entre los huéspedes tristes de la pensión de Candelaria, o se disipó en los sórdidos trapicheos con los que ambas logramos salir adelante? ¿Me la dejé en la casa de Sidi Mandri, colgada de los hilos del taller que con tanto esfuerzo levanté? ¿Se la apropió tal vez Félix Aranda alguna noche de lluvia o se la llevó Rosalinda Fox cuando se marchó del almacén del Dean’s Bar para perderse como una sombra sigilosa por las calles de Tánger? ¿Estaría la normalidad junto a mi madre, en le trabajo callado de las tardes africanas? ¿Acabó con ella un ministro depuesto y arrestado, o la arrastró quizás consigo un periodista a quien no me atreví a querer por pura cobardía? ¿Dónde estaba, cuándo la perdí, qué fue de ella? La busqué por todas partes: en los bolsillos, por los armarios y en los cajones; entre los pliegues y las costuras. Aquella noche me dormí sin hallarla.

Al día siguiente desperté con una lucidez distinta y apenas entreabrí los ojos, la percibí: cercana, conmigo, pegada a la piel. La normalidad no estaba en los días que quedaron atrás: tan sólo se encontraba en aquello que la suerte nos ponía delante cada mañana. En Marruecos, en España o Portugal, al mando de un taller de costura o al servicio de la inteligencia británica: en el lugar hacia el que yo quisiera dirigir el rumbo o clavar los puntales de mi vida, allí estaría ella, mi normalidad. Entre las sombras, bajo las palmeras de una plaza con olor a hierbabuena, en el fulgor de los salones iluminados por lámparas de araña o en las aguas revueltas de la guerra. La normalidad no era más que lo que mi propia voluntad, mi compromiso y mi palabra aceptaran que fuera y, por eso, siempre estaría conmigo. Buscarla en otro sitio o quererla recuperar del ayer no tenía el menor sentido.

María Dueñas

Stichwörter: guerra alternativas normalidad



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Sólo el campo de batalla revela al hombre su propia locura y desesperación y la victoria es ilusión de filósofos e idiotas.

William Faulkner

Stichwörter: locura guerra



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Un día llegará en que las guerras
no tendrán ni un cristiano a quien matar
la soledad del mundo/ ese bochorno
se expresará en un solo aburrimiento
los mansos pizarrones de wall street
quedarán fijos en un cambio inútil
y nadie habrá para joder a nadie.

Mario Benedetti

Stichwörter: guerra soledad



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- Senhor Uhtred! - O padre Willibald veio correndo na minha direção. - O que está acontecendo? O que está acontecendo?
- Decidi começar uma guerra, padre - respondi cheio de animação. - É muito mais interessante que a paz.

Bernard Cornwell

Stichwörter: humor guerra



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