Así y todo, ella llora en el porche y yo desearía acercarme y abrazarla. Desearía rescatarla y mecerla entre mis brazos.
«¿Cómo puede la gente vivir así?»
«¿Cómo consiguen sobrevivir?»
Tal vez por eso estoy aquí.
Porque ya no pueden.
Mi nombre completo es Ed Kennedy. Tengo diecinueve años. Soy taxista menor de edad. Soy uno más de los muchos jóvenes que se ven
en este pueblo próximo a la ciudad, sin demasiadas perspectivas ni posibilidades. Aparte de eso, leo más libros de los que debería, soy pésimo
en la cama y un desastre haciendo la declaración de la renta. Encantado de conoceros.
—No, Sophie, no soy un santo. Solo otro estúpido ser humano.
Markus Zusak—Eres mi mejor amigo, Ed.
—Lo sé.
Se puede matar a un hombre con esas palabras.
Sin necesidad de pistola.
Sin necesidad de balas.
Solo palabras y una chica.
—Cuéntame, Jimmy —dice. El temblor de las manos aumenta—. ¿Dónde has estado todo este tiempo? —Su voz es angustiada pero dulce
—. ¿Dónde has estado?
Tengo algo atascado en la garganta. Son las palabras.
Finalmente las reconozco y digo:
—He estado buscándote.
Me doy cuenta de que nada le pertenece ya y que ella pertenece a todo.
Markus Zusak—He venido —susurro— por ti.
Markus ZusakSupongo que lo que espero es la vida que vendrá más allá de estas páginas.
Markus ZusakMi única preocupación es que cada vez que he deseado que algo suceda de una manera, ocurre del modo contrario, como si todo estuviera
perfectamente diseñado para enfrentarme a lo desconocido.
—¿Está bien?
Asiente con la cabeza y miente.
—Sí.
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