La imagen que nos ofrece México al finalizar el siglo XIX es la de la discordia. Una discordia más profunda que la querella política o la guerra civil, pues consistía en la superposición de formas jurídicas y culturales que no solamente no expresaban a nuestra realidad, sino que la asfixiaban e inmovilizaban. […] Cortados los lazos con el pasado, imposible el diálogo con los Estados Unidos –que sólo hablaban con nosotros el lenguaje de la fuerza o el de los negocios–, inútil la relación con los pueblos de lengua española, encerrados en formas muertas, estábamos reducidos a una imitación unilateral de Francia –que siempre nos ignoró–. ¿Qué nos quedaba? Asfixia y soledad.
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Nuestra muerte ilumina nuestra vida. Si nuestra muerte carece de sentido, tampoco lo tuvo nuestra vida. Por eso cuando alguien muere de muerte violenta, solemos decir: "se la buscó". Y es cierto, cada quien tiene la muerte que se busca, la muerte que se ] Si la muerte nos traiciona y morimos de mala manera, todos se lamentan: hay que morir como se vive. La muerte es intransferible, como la vida. Si no morimos como vivimos es porque realmente no fue nuestra vida que vivimos: no nos pertenecía como no nos pertenece la mala suerte que nos mata. Dime cómo mueres y te diré quién eres.
Octavio PazLa desconfianza, el disimulo, la reserva cortés que cierra el paso al extraño, la ironía, todas, en fin, las oscilaciones psíquicas con que al eludir la mirada ajena nos eludimos a nosotros mismos, son rasgos de gente dominada, que teme y que finge frente al señor. Es revelador que nuestra intimidad jamás aflore de manera natural sin el acicate de la fiesta, el alcohol o la muerte. […] Para salir de sí mismo el siervo necesita saltar barreras, embriagarse, olvidar su condición. Vivir a solas, sin testigos. Solamente en la soledad se atreve a ser.
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La palabra chingar, con todas estas múltiples significaciones, define gran parte de nuestra vida y califica nuestras relaciones con el resto de nuestros amigos y compatriotas. Para el mexicano la vida es una posibilidad de chingar o ser chingado. Es decir, de humillar, castigar y ofender. O a la inversa. Esta concepción de la vida social como combate engendra fatalmente la división de la sociedad en fuertes y débiles. Los fuertes – los chingones sin escrúpulos, duros e inexorables– se rodean de fidelidades ardientes e interesadas. EL servilismo ante los poderosos – especialmente entre la casta de los "políticos" esto es, de los profesionales de los negocios públicos– es una de las deplorables consecuencias de esta situación . Otra, no menos degradante es la adhesión a las personas y no a los principios. Con frecuencia nuestros políticos confunden los negocios públicos con los privados. No importa. Su riqueza o su influencia en la administración les permite sostener una mesnada que el pueblo llama, muy atinadamente, de "lambiscones" (de lamer).
Octavio PazLos españoles también abusan de las expresiones fuertes. Frente a ellos el mexicano es singularmente pulcro. Pero mientras los españoles se complacen en la blasfemia y la escatología, nosotros nos especializamos en la crueldad y el sadismo. El español es simple: insulta a Dios porque cree en él. La blasfemia, dice Manchado, es una oración al revés. El placer que experimentan muchos españoles, incluso algunos de sus más altos poetas, al aludir a los detrimentos y mezclar la mierda con lo sagrado se parece un poco al de los niños que juegan con lodo. […] El "hijo de la chingada" es el engendro de la violación, del rapto o la burla. SI se compara esta expresión con la española, "hijo de puta", se advierte inmediatamente la diferencia. Para el español la deshonra consiste en ser hijo de una mujer que voluntariamente se entrega, una prostituta; para el mexicano, es ser fruto de una violación.
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La decadencia del catolicismo europeo coincide con su apogeo hispanoamericano: se extiende en tierras nuevas en el momento en que ha dejado de ser creador. Ofrece una filosofía hecha y una fe petrificada, de modo que la originalidad de los nuevos creyentes no encuentra ocasión de manifestarse. Su adhesión es pasiva. El fervor y la profundidad de la religiosidad mexicana contrastan con la relativa pobreza de sus creaciones. No poseemos una gran poesía religiosa, como no tenemos una filosofía original, ni un solo místico o reformador de importancia. […] el catolicismo ofrece un refugio a los descendientes de aquellos que habían visto la destrucción de sus templos y manuscritos y la supresión de las formas superiores de su cultura pero, por razón misma de su decadencia europea, les niega toda posibilidad de expresar su singularidad.
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la admiración por el Padre, símbolo de lo cerrado y agresivo, capaz de chingar y abrir, se transparenta en una expresión que empleamos cuando queremos imponer a otro nuestra superioridad: "Yo soy tu padre" […] No es el fundador de un pueblo; no es el patriarca que ejerce la patria protestad; no es rey, juez, jefe de clan. Es el poder, aislado en su misma potencia, sin relación ni compromiso con el mundo exterior. Es la incomunicación pura, la soledad que se devora a sí misma y devora lo que toca. No pertenece a nuestro mundo; no es de nuestra ciudad; no vive en nuestro barrio. Viene de lejos, está lejos siempre. Es el extraño. Es imposible no advertir la semejanza que guarda la figura del "macho" con la del conquistador español. Ése es el modelo –más mítico que real– que rige las representaciones que el pueblo mexicano se ha hecho de los poderosos: caciques, señores feudales, hacendados, políticos, generales, capitanes de industria. Todos ellos son "machos, "chingones".
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My body, plowed by your body, will turn into a field where one is sown and a hundred reaped.
Octavio PazLa resignación es una de nuestras virtudes populares. Más que el brillo de la victoria nos conmueve la entereza ante la adversidad.
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At times poetry is the vertigo of bodies and the vertigo of speech and the vertigo of death;
the walk with eyes closed along the edge of the cliff, and the verbena in submarine gardens;
the laughter that sets on fire the rules and the holy commandments;
the descent of parachuting words onto the sands of the page;
the despair that boards a paper boat and crosses,
for forty nights and forty days, the night-sorrow sea and the day-sorrow desert;
the idolatry of the self and the desecration of the self and the dissipation of the self;
the beheading of epithets, the burial of mirrors;
the recollection of pronouns freshly cut in the
garden of Epicurus, and the garden of Netzahualcoyotl;
the flute solo on the terrace of memory and the dance of flames in the cave of thought;
the migrations of millions of verbs, wings and claws, seeds and hands;
the nouns, bony and full of roots, planted on the waves of language;
the love unseen and the love unheard and the love unsaid: the love in love.
Tag: poetry
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